PROBLEMA DE PERSPECTIVA
La futura incorporación de Nagelsmann al actual líder de la Bundesliga ha generado diversidad de opiniones. Todas ellas ligadas exclusivamente al precio abonado. Pero, ¿de verdad merece esto una polémica o nos hemos rendido por completo al amarillismo?
Es de suma importancia tener claro el objetivo principal. En el boxeo es pegar más fuerte que tu adversario; en los dardos, tener más precisión; y, en el fútbol, marcar más goles que el resto. No existe posibilidad de duda en ello.
Al final, esto es lo que más se paga. Aunque detrás de los ganchos de un boxeador, hay un juego de pies. Lanzar bien un dardo requiere una mecanización previa. Con lo cual, marcar goles, no solo depende de un delantero.
La figura de un entrenador raras veces tiene grises a sus espaldas. Si no ha logrado todo lo imaginable, es un fracasado en su puesto. Sin término medio. Gloria o hundimiento. Héroe o villano.
Esto dificulta cada vez más que los entrenadores saquen el máximo de sí mismos con propuestas diferentes, variaciones en el 11 y elecciones arriesgadas. El mínimo cambio que no dé resultados brevemente hace que se vean con medio pie fuera.
Todo esto está arraigado con fuerza a la sociedad actual, que cada vez demanda más rapidez en todos los aspectos cotidianos alejando así la posibilidad de evolución en un proyecto a largo plazo.
Entonces, la pregunta del millón: ¿vale la pena pagar 25 millones por un entrenador? Hacerse esta pregunta es clave indicadora de la ignorancia latente sobre una figura tan importante.
No solo se trata de escoger una de las infinitas formaciones, colocar a los mejores jugadores y pegar cuatro gritos desde la banda. Porque siempre se habló de los ‘entrenadores del FIFA’, pero los del Football Manager, por más riguroso que sea, no se quedan atrás.
Entrenar a un equipo implica demasiados aspectos como para comprender con facilidad qué significa ocupar este puesto. Influir a los jugadores es tan importante como escoger el 11 titular. Hacerlos creer en tu mensaje no cuenta menos que hacer bien los cambios.
Que el delantero supere su mala racha goleadora también es un papel que coprotagoniza el míster durante la temporada. Es evidente que vestir de traje y corbata en el lateral del césped no es el rol que más atañe a nuestros ojos mientras vemos un partido.
Al final, solo nos fijamos en lo artificial y pasamos por alto lo que se puede conseguir desde ahí porque no es quien lleva la pelota. ¿Pero qué sería de ‘El Lobo de Wall Street’ sin Matthew McConaughey golpeándose el pecho? ¿O ‘Cómo Conocí A Vuestra Madre’ sin el hombre desnudo?
Seguro que quedaría algo redondo, pero perdería una esencia muy importante. Y, paralelamente, cada entrenador tiene la suya. Por lo tanto, sería un grave error no apostar por ello.
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